Germán Utrera tiene 39 años y creció en una familia adoptiva en Funes. Nunca le ocultaron sus orígenes y siempre supo que era un “hijo del corazón”, pero a los 15 empezó a interesarse por sus orígenes luego de una charla con Ofelia, la mamá que lo crió. Tras una larga búsqueda y gracias a un estudio de ADN ancestral, logró encontrar a Marta, su madre biológica, a quien le dijeron en 1985 que su bebé había nacido muerto. Estaba en Acebal, a solo 40 kilómetros de su casa. La historia de un reencuentro “mágico y maravilloso”.
En diálogo con Telenoche Rosario (El Tres), Germán y Marta le pusieron palabras a la historia de un reencuento al que definen como “mágico y maravilloso”, por cómo se bifurcaron sus caminos desde el preciso instante en el que ella lo parió.
La mujer no estaba segura de tener al bebé, luego decidió hacerlo pero una vecina la contactó con una partera que prometía soluciones discretas en una clínica de Rosario: tenía todo arreglado para entregar el niño en adopción a una familia funense. Por eso, le hicieron creer que Germán había nacido muerto. Fue el 4 de mayo de 1985.
Sus padres adoptivos nunca le ocultaron la verdad. Él siempre supo que era un “hijo del corazón”. Pero se empezó a interesar en sus orígenes cuando tenía 15 años, tras una charla con Ofelia, su madre adoptiva, que le disparó la curiosidad. Estaban viendo un documental sobre el embarazo y él le preguntó si había “pateado mucho” durante ese período.
“Te acordás hijo que te conté que yo no te había tenido en mi panza, que te tuvo otra señora”, le respondió la mujer. Fue la semilla que se plantó en su cabeza y luego fue germinando, poco a poco, hasta decantar en una búsqueda direccionada, consciente y extensa para intentar dar con su familia biológica.
"Mi mamá siempre tuvo poca información. El que sabía cómo era la historia era mi papá, que ya está muerto. Por eso, muchos detalles se perdieron. Ella asegura que solo pagaron los gastos del parto de mi madre biológica, niega que haya pagado por mi adopción más allá de que era todo muy clandestino. La verdad de cómo sucedieron los hechos se la llevó mi papá a la tumba”, enfatizó en una nota con Infobae.
Indagó con vecinos y conocidos, consultó documentación, pero había una parte de su historia que había quedado perdida. Entre la frustración y el desencanto, ser padre le dio más energías a Germán para profundizar su búsqueda. Tras el nacimiento de Alba, que hoy tiene cinco años, decidió pedir ayuda a la ONG Nuestra Primera Página, que lo guió a partir de la realización de un estudio de ADN ancestral. Ese análisis permite a una persona hallar rastros de sus antepasados.
En 2022, la aparición de una mujer llamada María Luján en su árbol genealógico le devolvió la esperanza. Con el tiempo descubrió que se trataba de una prima hermana de su madre biológica. La mujer, siempre dispuesta a colaborar, le contó que había una parte de su familia que vivía en Rosario y la historia, entonces, tomó otro rumbo.
“Nos encontramos con una persona amorosa y solidaria. Nos dijo que había parte de la familia materna en Rosario, el corazón me empezó a latir a mil porque estábamos realmente cerca”, dijo. Tras meses de búsqueda intensa, Germán y la ONG localizaron a Marta, la prima de María Luján, quien aceptó hacerse la prueba de ADN, aunque sin entender muy bien por qué.
El primer contacto
Marta vivía en la localidad de Acebal, en el departamento Rosario, y tenía tres hijos: Fernanda, de 35 años que actualmente reside en Uranga, un pueblo cerca de Acebal; Franco, que tiene 30 y emigró a Portugal; y Camila, de 20 que también está instalada en ese país europeo. “Hasta ese momento, ninguno de ellos sabía sobre su doloroso pasado”, contó Germán en El Tres.
“Consiguieron un teléfono de Marta, ella estaba de viaje en Portugal porque tengo dos hermanos viviendo allá. No le llegaban los mensajes. Nos contestó Franco, diciendo que me quede tranquilo que de alguna forma nos iban a ayudar”, siguió y agregó: “Cuando ella volvió empezamos a hablar por WhatsApp, explicándole mi historia y lo que es el examen ancestral de ADN”.
En octubre de este año se supo la verdad. “Immediate match. Parent-child relationship”, decía el resultado del estudio de ADN ancestral que le llegó por email. “Más abajo, otro dato terminaba de confirmar la conexión genética entre los dos. Decía Centimorgans: 3.540, una cifra que indicaba una coincidencia tan alta que no dejaba lugar a dudas. Si te da mayor a 3.000 es porque la relación es de madre e hijo”, explicó.
“Iba a tadar un mes y llegó en dos semanas, nos tomó por sorpresa, fue algo mágico y maravilloso”, dijo Germán sobre el estudio. Para Marta, su mamá biológica, también es cerrar una herida abierta: saber que su hijo no nació muerto y que vivía a solo 40 kilómetros de su casa. “Sentí algo terrible en el corazón. Después no paramos de hablar. Todos los días caigo un poquito más, el amor que nace es enorme, no cabe en mi corazón tanta alegría”, contó la mujer.
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